Hoy en día el no contar con un “modelo de gobierno” correctamente definido e implementado representa un riesgo para las empresas, sus directivos y accionistas. Comencemos por mencionar que un modelo de gobierno puede definirse como la estructura en la cual se apoya la definición de estrategias y objetivos de una organización, así como los medios y herramientas para llegar al logro de dichos objetivos.

Dicha estructura debe estar basada en normas, políticas y procedimientos que conlleven a un desempeño óptimo y armónico entre los involucrados. La participación de la alta dirección y de los accionistas en estas definiciones es de suma importancia para garantizar el éxito de su funcionamiento. Sin embargo, más allá de estas definiciones clave, existe un pilar de vital relevancia en el buen funcionamiento de estos modelos: la acción que dinamiza y vuelve realidad los lineamientos estratégicos y objetivos. Dicho dinamismo depende en todo momento de las personas que estén involucradas en la obtención de las metas trazadas, ya que son ellos quienes asumen la toma de decisiones y las mejoras realizadas a los planes establecidos por los accionistas y directores.

Es por ello que el mantener un ambiente óptimo para estas personas es de gran relevancia, por lo que la forma en cómo se comunican, cómo son retroalimentados, cómo son motivados y cómo se les induce a tomar iniciativas e innovar, serán las bases de un liderazgo basado en el involucramiento del personal; liderazgo que modulará y orquestará la cultura organizacional necesaria para tomar acciones reales, específicas y acordadas sobre los planes establecidos en el marco del modelo de gobierno.

La constante evaluación de los resultados del personal, los cambios de puesto entre diferentes áreas y líneas de carrera claras, así como la inclusión de nuevos integrantes que aporten nuevos conocimientos, experiencias y retos, transforman a las organizaciones y sus planes en entes capaces de reaccionar rápidamente ante los retos de mercados cada vez más agresivos y cambiantes; a su vez, generan cambios en el marco y procedimientos de los modelos de gobierno establecidos originalmente (nada está escrito en piedra).

El reto de la alta dirección entonces será liderar organizaciones que mantengan la dinámica diaria de orientación a resultados, pero siempre bajo un modelo de interacción y motivación del personal.

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